jueves, 26 de mayo de 2016

El pendiente

El pendiente

Aún no sé porqué demonios
decidí hacerme el pendiente.
Me lo aconsejaron
varias mujeres con las que tuve
la tan maldita bendita suerte
de chocarme cara a cara
por la amplia
-en ocasiones estrechísima-
calle de la vida.

Recuerdo a varia de ellas.
Algunas eran más corpulentas
que las demás.
Las había femeninas y unas cuantas
de aspecto tosco como toros bravos.
Otras eran bajitas y graciosas.
También tuve que soportar actitudes
groseras
y que para nada tenían que ver
con la beatitud de sus sonrisas
y manos de tela.
Eso sí, todas ellas compartían
unos ojos impecables, puros,
que transpiraban paz y regocijo.
Un tipo de regalo concebido
por un escultor-mago (llamémoslo AZAR).
La cosa es que cuando me hice
el pendiente acababa de empezar
una época de soltería taaaan larga
que podría atarle los zapatos desde
Murcia al mismísimo Santo Pontífice.

No me malinterpretéis.
Me gusta como me queda el pequeño
aro plateado colgando en el lóbulo
de la oreja izquierda.
Es solo que, ¿porqué coño lo tengo ahí?

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