A la sombra
Todas las noches salgo
a
mi jardín para
fumarme
un cigarrillo
después
de soportar,
a
mi manera,
los
largos paseos
del
Sol
Y
no sé por qué,
siempre
acabo fumando
entre
las sombras
que
parten del
árbol
de laurel.
Ese
árbol, por la noche,
adopta
como a su propio
hijo
a
una sombra poderosa
y
fuerte.
Es
como si al todopoderoso,
al
crear la tierra,
se
le olvidara rellenar
ese
trocito.
Siempre
acabo a la luz
de
esa sombra,
al
lado de mi querido
árbol
de laurel,
pero
lo hago sin pensar.
Tal
vez sea porque estar
ahí,
sin
que nadie pueda verte,
incluso
te resulte
casi
un sueño
ver
tu propia mano
emborronada
por la
negra
luz.
Ver
cómo cada parte
de
tu cuerpo
se
va borrando de la
faz
de la Tierra.
Fundirse
con la SOMBRA,
y
dejar atrás tu brillo.
Es
como estar muerto.
Tal
vez sea por eso
que
la sombra
de
mí querido árbol
de
Laurel
me
atraiga tanto.
Ya
que es más cómodo
y
sencillo
caminar
por la hierba
de
tu jardín,
que
recorrer con un cuchillo
tus
muñecas,
dibujando
una calavera
de sangre.
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