sábado, 21 de marzo de 2015

A la sombra

A la sombra

Todas las noches salgo
a mi jardín para
fumarme un cigarrillo
después de soportar,
a mi manera,
los largos paseos
del Sol
por el cielo.

Y no sé por qué,
siempre acabo fumando
entre las sombras
que parten del
árbol de laurel.

Ese árbol, por la noche,
adopta como a su propio
hijo
a una sombra poderosa
y fuerte.
Es como si al todopoderoso,
al crear la tierra,
se le olvidara rellenar
ese trocito.

Siempre acabo a la luz
de esa sombra,
al lado de mi querido
árbol de laurel,
pero lo hago sin pensar.

Tal vez sea porque estar
ahí,
sin que nadie pueda verte,
incluso te resulte
casi un sueño
ver tu propia mano
emborronada por la
negra luz.
Ver cómo cada parte
de tu cuerpo
se va borrando de la
faz de la Tierra.
Fundirse con la SOMBRA,
y dejar atrás tu brillo.
Es como estar muerto.
Tal vez sea por eso
que la sombra
de mí querido árbol
de Laurel
me atraiga tanto.
Ya que es más cómodo
y sencillo
caminar por la hierba
de tu jardín,
que recorrer con un cuchillo
tus muñecas,
dibujando una calavera
de sangre.

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