domingo, 15 de marzo de 2015

Ciclo del agua

Ciclo del agua


Usamos la cerveza como calmante
para alguno dolores innatos
como aquella cosa roja
repugnante
que se esconde en nuestro pecho.
Si se esconde, por algo será.
Pero todos los medicamentos
tienen efectos secundarios;
te crece pelo por todo el cuerpo,
te entran unas ganas locas de cagar,
incluso ya no se te levanta el cacharro.

Usamos la cerveza como calmante
pero nos produce unas gran ganas de mear
y exprimir hasta la última gota de tu verga
hasta que vuelva a su compostura.

Al igual que la morfina
la cerveza es adictiva.
Y le coges cariño a mear cada 10 min
y a olvidar partes de una noche
y al olor corrosivo de tu propia pota
cuando sale una parte por la nariz
y respiras hondo, y más hondo
hasta que el alcohol torne a aire fresco
y poder volver al principio de la cadena.
Levantarte de la taza del váter,
beber agua del grifo (si funciona),
pasarte la mano por la barbilla para no dejar
rastro del ritual que acabar de realizar
y salir a la calle, o al bar,
o donde coño estés bebiendo
me la sopla el lugar—
Todo ese proceso es adictivo.

Y la adicción halla su límite en la decadencia.
Todo preso que se precie
acaba bailando al ritmo del sonido metálico
de sus cadenas.
Y algunos llegan a beber mientras mean—
Yo me enamoro mientras lloro...

Ésa es la decadencia más inhumana

del ciclo del agua.

Del libro "Viento embriagado" (2015)

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