domingo, 22 de marzo de 2015

Puñales con brillo sensual

Puñales con brillo sensual

Cuando desnudas a una mujer,
y ves su cuerpo como un lienzo sin desvirgar,
piensas en ser un artista.
Te sale la vena de pintor.
Deslizas tus dedos por su piel
para asegurarte de que no es un espejismo,
que existe de verdad algo tan bello.
Te enamoras por cada suspiro descontrolado
que su lujuria sexual arranca de su coño.
Hay que besarla porque sí,
porque la piel debe estar unida
y
en continuo roce.
Incluso eres capaz de cerrar los ojos
mientras descifras el braille de su pellejo,
y tu lengua se frota a sí misma
como una mosca que avista una montaña de mierda.
Sabes que vas a latir por todos los órganos de tu cuerpo,
que no habrá placer sin plenitud,
que os haréis cosquillas a base de ciertos dolores.
Sabes que ese es el momento,
VUESTRO MOMENTO,
y será eterno para la razón de tu polla.
Amor y sexo conviven en ese momento, amigo,
porque estás enamorado
y cegado por tu propio semen.
No ves que desnudando a esa mujer
estás sacando de su vaina un puñal.
Un puñal con un brillo coqueto
y maldito.
Sabes el poder que ejerce sobre ti.
Frotas tu mejilla contra su filo,
y le das la patita y la polla
cuando te da la orden.
Harás en la cama lo que no pudo
hacer con su vida.
Colmarás sus rasguños con la las heridas
que te abrirá en ese momento
-y en los que te quedan-.
Cicatrizará sus muñones con la sangre
de tus manos.
¿Y qué harás tú?
Me la sopla.
Yo lo daría todo para que el puñal
esté más sexy que nunca.

-“¿No tienes pintalabios? Pues toma mi sangre”.

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