jueves, 12 de marzo de 2015

La lluvia es muy perra

La lluvia es muy perra

Voy por la calle,
mientras llueve intensamente,
y yo sin paraguas.
Cae esa lluvia que a más de uno
nos enfurece por
empaparnos con esa
mierda de gotitas.
Esa lluvia que cala
tu chupa de cuero
Casi sin avisar
y sin que te des cuenta hasta
que te tocas el brazo para rascarte
y tienes la mano envuelta en agua
congelada.

Camino por la acera
mojada,
tratando que las gotas
que se suicidan desde
las ramas de los árboles
del lado derecho
 no hallen muerte en mi cabello,
y que los coches que corren
por la carretera de mi lado izquierdo
no me salpiquen,
no vaya a ser que me cague
en su puta madre
e intente ir a sus casas
para arrojar agua por su salón.

Ni caso. Las gotas de los árboles
siguen rebotando en mi pelo
y
los coches riegan
mis piernas y parte de mi cintura.
No hay un camino central
en toda la anchura
de la acera.
Agua o agua.
En ese momento es cuando
aparece la idea lúcida
nítida
clara:

Si lo llego a saber,
no salgo de casa.

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